Nació en mitad de los barrios menos favorecidos de Buenos Aires. Fruto del deseo carnal de los hombres que se dirigieron a Argentina en el siglo XIX en busca de fortuna, el tango fue bailado en un principio entre hombres, ya que las mujeres se negaban a bailarlo por tratarse de una coreografía que poseéa connotaciones explícitamente sexuales.

Como afirma Manuel Castelló en su obra Los Bailes de Pareja, "bailar un tango como es debido aquivale a simular con todo desparpajo un arrebato amoroso en público".

Sus raíces melódicas, situadas en la milonga y en el camdombe, le han dado su ritmo marcado y melodioso a la vez que su pasión y desgarro. El tango nació en los prostíbulos bonaerenses, lugar donde se dirigían los inmigrantes europeos en busca de la manera de saciar su deseo en un lugar donde la proporción de mujeres con respecto a los hombres era realmente desfavorecedora (no en vano, siete de cada diez personas en Buenos Aires eran hombres y las mujeres que había no querían participar en un baile de pedularias )

La cantidad de adjetivos que ha inspirado el tango no tiene parangón con ningún otro baile: pecador, traicionero, lleno de abandono, entre lágrimas y desesperación, entre despecho, ternura y melancolía.

Su carácter puramente sexual queda patente en los títulos de algunos de los tangos que se podían disfrutar en esa Argentina de compadritos matones que podían cometer cualquier asesinato sólo por razones pasionales o por el amor a un amigo: Átocamelo que me gusta!, Dos sin sacarla, Dejamelo morir dentro o Con qué tropieza que no dentra.